710 palabras (0.9% de Harry Potter I)
La persona de Carlos Slim y su reciente nombramiento como hombre más rico del mundo provocan comúnmente dos reacciones.
La persona de Carlos Slim y su reciente nombramiento como hombre más rico del mundo provocan comúnmente dos reacciones.
Por un lado, qué Slim representa todo lo que está mal en México, la diferencia creciente y enorme entre ricos y pobres, que es Mister Monopoly y que vivimos en Slimlandia, que cómo villano Señor Burns se apropió indebidamente de Telmex a precio de 24 Pulparindos coludiéndose con el impronunciable Gargamel/Dr. Maligno ex-presidente, que le impide al país ser más competitivo, que goza de suficiente dinero para darle de comer a cada mexicano por un año y que tiene el poder de transformarse en oso polar, águila o el emperador Maximiliano, dependiendo del día de la semana y las condiciones climáticas.
Por otro lado, se admira su tenacidad, astucia comercial e intrepidez como inversionista, su gran intelecto y mítica habilidad con los números, que siendo billonario, es austero y entregado a su familia, y que es un benefactor del país gracias a sus considerables donaciones filantrópicas.
La realidad, como suele ser costumbre, es menos extrema.
Carlos Slim es el equipo de futbol que arrasa 15 contra 2 porque la portería del rival es dos veces más grande que lo normal. Está actuando bajo las reglas del sistema, pero el sistema no es justo. Y los jugadores del equipo Carlos Slim son las empresas, ejecutivos y demás empleados. Cada uno queriendo mejorar su desempeño individual dentro de la estructura de la corporación.
Para muchos será obviedad, pero clarifico: La corporación es un sistema que tiene como fin primario aumentar sus propias ganancias, haciendo todo lo posible para alcanzar esta meta dentro del marco legal, pero al mismo tiempo coaccionando las leyes para que le sean aún más favorables. Nos puede gustar o no, pero eso es una corporación en el mundo globalizado.
Con respecto a todos sus aspectos positivos, nunca sabremos hasta qué punto son inventos propagandísticos inspirados en vanidad y para apaciguar a los Pancho Villas latentes, o vislumbres reales de su carácter. Lo que sí sabemos es que no fue con Telmex el punto en el que verdaderamente despunto su fortuna y que ya había hecho en numerosas ocasiones previas inversiones fructíferas. En 1981, diez años antes a la privatización de Telmex, con la compra de la tabaquera Cigatam, comenzó a recibir importantes flujos de efectivo que le permitieron en la crisis de 1982 invertir en múltiples compañías a precios de hasta 1.5% de su valor de libros.
Pero regresemos a la inocua analogía de futbol, ¿Es realmente preciso decir que el juego es injusto? Una prueba de que sí es observar la cantidad de industrias en las que existen monopolios/duopolios privados: telefonía, cemento, televisión abierta, cerveza, pollo y huevo, harina de maíz, y gas.
Existen monopolios por eficiencia y monopolios impuestos. La fuerte dominancia en sus respectivos mercados de una empresa como Google, o compañías en industrias como agua y electricidad, es un producto de una síntesis natural del mercado por razones de mérito o estructurales, en cambio, cuando las televisoras en México manipulan al congreso para prohibir la entrada de una tercera cadena de televisión abierta, el duopolio es impuesto, y negativo.
Actualmente se cobra una multa máxima de $84 millones de pesos a empresas con prácticas anti-competitivas. Para muchas, esto representa una suma muy por debajo al 1% de sus ventas. En los países desarrollados, esta multa es un porcentaje fijo sobre ventas, de ahí que a Microsoft se le haya pedido pagar más de $2,000 millones de dólares en la unión Europea.
Ha habido intentos de nivelar el terreno de juego, pero han fallado al desvanecerse en su camino a la cristalización a través de nuestro torpe sistema político. Actualmente existe una indebida concentración de poder entre las corporaciones y los políticos, una simbiosis que en ocasiones actúa como parásito sobre la nación. Cabe destacar que México es lejos de ser el único país en esta situación.
Un primer paso para corregirlo, sería limitar o eliminar las contribuciones que pueden recibir políticos de parte de las corporaciones. Si éstas quieren influir en la democracia, que lo hagan a través de argumentos, no contribuciones.
El fenómeno Carlos Slim es una nueva bofetada que nos tiene que despertar a la realidad de nuestro ineficiente, imperfecto e injusto sistema comercial y estatal, pero no ha juzgar a la persona, ejemplar (aparentemente) de muchas maneras.